Bumi Barú

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lunes, 14 de octubre de 2013

ISHIRA y el tesoro.

Llegó el día tan anunciado. Los mejores científicos y astrólogos del mundo dijeron que no volvería a repetirse aquella situación cósmica en cientos de miles de años. Eso...como muy temprano.

De hecho, coincidían por unanimidad que aquel acontecimiento tenía muy pocas probabilidades de producirse de nuevo. Volver a tener a todos los planetas alineados en vertical al sol y que las influencias orbitales de Saturno, Venus y Júpiter estuviesen sumando sus masas, al mismo tiempo que sus fuerzas estaban contra la influencia marina de la luna en la tierra, era el resultado de una casualidad inhóspita del universo.

Aquel conjunto de circunstancias iba a provocar que en unos minutos la faz de la tierra cambiase por completo. Retrocediese a las formas de antaño.

Ishira no podía dejar de estar nervioso. Sería breve pero iba a vivirlo en directo. Si no se equivocaban aquellos científicos, tendría la oportunidad única de verlo con sus propios ojos. En unos instantes sus retinas iban a presenciar algo que su mente soñaba desde su más tierna infancia. Después de tantas historias y relatos podía existir la esperanza de que fuese cierto.

La gente anciana del grupo solía hablar de las anécdotas de sus antepasados milenarios, y de su uso. De aquellos seres humanos que tuvieron la suerte de tener bajo sus pies aquel preciado tesoro.

Las leyendas decían que hubo un tiempo en que los niños disfrutaban con ella, llegaban a jugar horas y horas y construían formas y sueños. Imaginaban y levantaban grandes muros, puentes y castillos que desaparecían con el paso de las olas.

También habían leyendas que hablaban de su mal uso y de cómo la codicia de unos pocos la arrasó por completo, haciéndola desaparecer de sus lugares de origen, y provocando el cambio climático global que vivían desde hacia la friolera de tres mil ochocientos setenta y nueve años. Ese había sido el resultado de una mala gestión. La última huella y efecto de tanta astucia.

Tras aquella locura y desdén, nada volvió a ser lo mismo. Los mapas de los continentes del mundo cambiaron y los seres humanos tuvieron que aprender a sobrevivir en un mundo inhóspito.

Ishira lo conocía bien. Sus dieciséis años de edad eran suficientes para comprender que si hubiese habido un gesto de voluntad en el pasado, él no se encontraría con aquel legado. Sólo un milagro podría cambiar el rumbo del mundo. Y él, aquella mañana sentía que tenia el testigo.

La leyenda decía que si alguien conseguía recuperar un puñado del preciado tesoro y lo mostraba a su pueblo, la humanidad volvería a creer en la voluntad de las personas, y sólo entonces, serían capaces de trabajar unidos hasta recuperar las playas y vencer a los mares. Devolver el equilibrio.

Por eso introdujo su cuerpo en el agua hasta cubrirle el pecho. Creyó que sería interesante sentir la fuerza de la naturaleza retrocediendo en el tiempo y, en la medida de lo posible, también corrigiendo los errores humanos. Él estaba pagando el precio de una factura que jamás vio, ni comprendió. Pero de lo contrario estaba dispuesto a luchar por un sueño.

Y de repente Ishira sintió como las manos del fondo marino lo empujaban hacia adentro. Sus finos pies aguantaron con firmeza aquella succión lenta pero progresiva entre las punzantes piedras volcánicas que emergían, que le estaban arañando la piel sin lástima ni consuelo.

Ishira no quería salir de allí. Se sentía fuerte. Quería estar en primera linea de combate. Cómo los valientes guerreros de su pueblo. Y así lo hizo. Permaneció estático aguantando con todas sus fuerzas los vaivenes hasta que el mar retrocedió cientos, y cientos... y más cientos de metros.

A medida que el fondo del lecho marino quedaba al descubierto, Ishira comenzó a avanzar pausadamente entre las rocas afiladas. Y continuó buscando con la mirada.

De repente vio a lo lejos un pequeño oasis de color dorado. Tras mucha voluntad y coraje, llegó al preciado y diminuto espacio. Al tesoro anhelado.

Por fin afloraba su belleza, como un diamante esplendoroso en la superficie. Después de miles de años sumergido. Ahora, aunque fuese por un corto espacio de tiempo, Ishira se encontraba en el lugar adecuado. Lo sabía. Y también conocía que en escasos minutos el agua recuperaría su sitio.

Introdujo sus pies entre ella y apreció la dulzura de una suave caricia. Incomprensiblemente se olvidó del dolor que le procuraban los cortes que acababa de sufrir. Se arrodilló, y con un gesto de respeto, hundió sus largos dedos entre los millones y diminutos granitos que la componían. Sintió su finura, su  ligereza, y observó sus centelleantes y bellos colores. Comprendió lo maravillosa e importante que era la arena para el planeta.

De pronto cerró sus puños con cuidado, cogiendo un pedacito de ella entre las manos. Mientras, un sonido gaseoso lejano y una franja de espuma blanca le recordaban que debía regresar y ponerse a salvo.

Su tiempo se estaba acabando. Las olas reclamaban su lugar. Pero el milagro de la leyenda, ahora, estaba vivo en sus manos.

Marta Mañes.


Espero que veáis este vídeo, es un documental muy interesante. Lo están repitiendo por TV estos días, (mirad programación) no os perdáis nuestra actitud sobre el nuevo oro....del planeta.

¿Crees que vale la pena llegar a esto?

Sólo puedo colgaros el anuncio del vídeo. De momento está expirado por la red. 

Si lo encuentro os lo comparto.



POR UN MUNDO MEJOR, hoy.

8 comentarios:

  1. Este texto me conecta de nuevo con los continentes desaparecidos de la Atlántida y de Lemuria. Trabajemos para que la humanidad no llegue al mismo nivel de aberración. Esta vez podemos evitar el cataclismo debido a los abusos de poder, la avaricia, la falta de solidaridad, etc. Entre todos podemos crear un planeta feliz, y respetuoso hacia todos los seres vivos. Uno no puede ayudar a todos a la vez, pero cada uno de nosotros sí puede ayudar a alguien y poner su granito de arena. ¡Consigamos hacer crecer la comunidad bumibariana! Sólo es cuestión de confianza, de alegría y de fluir con las circunstancias.
    Gracias por este cuento, Marta. Y un abrazo para todos.

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  2. ¡Hola Yolanda! Estoy de acuerdo con tu comentario. De hecho propongo ser cada uno de nosotros ese pequeño granito de arena que crea las playas...como está escrito en el encabezamiento de este blog!!...¿casual?...nada es casual en el universo, pero en este caso propongo hacerlos con gestos y decisiones respetuosas, sin avaricia, sin egoismo, con empatía, amor, y pensando en el bien común.
    ¿te apetece pasear por esta nueva playa? ;-)

    Mil gracias por tu participación.

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  3. Es un cuento sensible como los que nos tienes acostumbrados. Que el tesoro sea un puñado de arena, es toda una alegoría de cómo las pequeñas cosas son mucho más importantes para producirnos felicidad y esperanza. Además no tienen un coste y están a nuestro alcance siempre que seamos capaces de valorarlas.
    Tiene razón Yolanda, somos un grano de arena en nuestra sociedad, Por lo menos que sea arena limpia que facilite que el paisaje sea una maravilla.

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  4. ¡Buenos días, Roberto!
    La suma de muchas pequeñas cosas bien hechas son las que componen una vida completa y feliz.
    Yo creo en el trabajo de estos pequeños gestos que son los que me aportan cada día más...esa tranquilidad y felicidad interior. Lo practico.
    Y os animo a hacerlo con todo vuestro entorno y personas queridas.
    Ese es un modo de ser granito de arena en nuestra playa común.
    Gracias por tu comentario en este blog, siempre acertado.
    Un bumiabrazo.

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  5. Hola Marta,
    Mientras lo estaba leyendo se me venía a la mente el concepto de "la belleza de un átomo de arena" (no recuerdo bien si era solamente "un átomo de arena" o algo así) de W. Blake que citaba P. Coelho en "El alquimista".
    Bien, recuerdos aparte, el relato, racionalmente hablando, nos invita a conservar la esperanza y a creer en los sueños, en las leyendas, en los cuentos populares y de hadas (folclore tradicional), etc., a mantener la expectativa de que sí es posible creer que el mundo puede cambiar y mejorar.
    Y metafóricamente, tal vez pueda contemplarse como símbolo de que la auténtica magia está en nuestro interior (psicomagia que de modo correcto atribuye Solëika LLop) y de que uno puede aliarse con los elementos o la naturaleza para que ocurra lo que la mente racional siempre va a negar: que sí pueden existir los milagros.., y qué mejor sitio que almacenar subrepticiamente dicho mensaje en forma de relatos fantásticos en el inconsciente colectivo humano..., como el relato o leyenda de Ishira.
    Quizá ese puñado de arena haga referencia a la Unidad.
    Muchas gracias, Marta.

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    Respuestas
    1. ¡Hola, Silbila!
      Somos una unidad y no sólo en nuestro planeta si no en el Universo entero.
      No acabo de comprender o no me cabe en la cabeza (mejor expresado) porqué hemos llegado a un punto tan crítico. No tiene ningún sentido haber llegado hasta este punto de destrucción tan voraz si al final, vamos a vivirlo en nuestras pieles...TODOS.
      Qué absurdo llegar a este punto, si tenemos en cuenta que nuestro paso por el universo es un nanosegundo o menos dentro el tiempo del cosmos. Deberíamos ser conscientes de nuestra fragilidad como especie y de cómo la estamos poniendo en peligro antes de hora.
      Me gustaría que ISHIRA no tuviese que pagar esta factura tan feroz que sus antepasados le legaron. ¿Cuántos años le quedan al Planeta si no lo destruyésemos a esta velocidad?...1000? 2000? 3000 como en la leyenda de Ishira?...12000000....??? y ...¿En qué condiciones se viviría?...si no ignorásemos lo que estamos haciendo con la TIERRA...

      La semana pasada estuve en una playa y llené mis manos de arena. La acaricié e hice formas para evadirme. Jugaba con las olas que borraban mis dibujos más simples...fue un momento bello, simple pero completo. ¿Se puede pedir más? Sentí el calor del sol en ella. Había: Vida.
      Un saludo mu cordial Sibila y gracias por tu comentario, por pasar a saludarnos.

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  6. Bonita visión panteísta la que ilustras con la arena, Marta.
    Parece uno de esos momentos en que te olvidas del resto del mundo y conexionas con el mar, o más bien, con la Vida que contiene la vida humana.
    Hace ya dos años estuve en Torremolinos, y recuerdo que aparte de las aguas cálidas y del clima agradable, me llamó la atención que escasamente había oleaje.
    Y siempre llevaré grabado en la memoria la imagen de una chiquilla con sus hermanos haciendo una especie de montaña cónica con la arena mojada y para colmo no más alta que la altura de la rodilla. Quizá me llamó la atención porque nunca había visto algo tan sencillo y al mismo tiempo tan distinto de lo habitual.
    Con la vida humana quizá pase algo semejante: tenemos una prístina idea respecto de algo, y a la hora de darle forma, muchas veces acabamos haciendo o fraguando una idea más evolucionada.
    Por ejemplo, hace días tenía en mente la idea de una redacción en una lengua extranjera sobre una mística doctora de la Iglesia, y cuando quería llevarla a cabo, no sé qué endiablada "fuerza" me llevo a escribir sobre un antiguo profesor ejemplar del que pude disfrutar en mis últimos años de estudiante.
    No somos nosotros los que moldeamos la arena, es ella quien toma forma y paras más inri, a su capricho. Quizá sean los átomos de arena y su energía interna que los contiene los que se expresan. No siempre, pero sí muchas veces.
    Perdón si me he enrollado.
    Saludos cordiales, Marta.

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  7. ¡Hola de nuevo Sibila! me encanta tu escrito porque recalcas la importancia de los gestos pequeños, naturales, simples, verdaderos....los de la chiquilla con sus hermanos dejándose llevar por el instante y su creatividad jugando con la naturaleza. ¿Hay algo más bello? pocas cosas superan la infancia con su frescura, bondad, imaginación, honestidad, e ilusión y sueños. Yo siempre que puedo practico en la medida de lo posible "ser niña". Me divierte, me aporta buena energía y me hace ver la vida con optimismo.
    Mi máxima aspiración es seguir siendo a los 80 años una niña de mirada curiosa, juguetona, cariñosa y divertida con la vida.

    UN BUMIABRAZO, ;-)

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